por la profe Beatriz Caba
El 6 y 7 de octubre de 2018 realizamos con estudiantes y profesores del ENS 3 un nuevo viaje al Tríptico de la Infancia.
Los días anteriores al viaje son muy administrativos y caóticos, algunos viajeros se bajan por temas personales y muchos quieren viajar a último momento a pesar de que la oferta esta vigente desde el primer cuatrimestre. No es la parte que más disfruto, pero se que es el costo para que luego todxs puedan hacer este viaje que les deriva preconceptos, te transforma la mirada tradicional de la educación y la intencionalidad docente vuelve en plena interpelación.
¿Por qué propongo este viaje, hace varios años, en los IFD en los que trabajo?
Para mí, el Tríptico es el modelo de un nuevo paradigma educativo cultural que todo educador y futuro educador necesita conocer, explorar, vivenciar, ensayar, disfrutar. Es una experiencia maravillosa por el abanico de posibilidades creativas que ofrece, extraordinaria porque no tiene parecido alguno con las propuestas que tradicionalmente viven los educadores y estudiantes en formación, transformadora porque cada vivencia deja una huella que se integra en el siguiente dispositivo de juego, tejiendo en cada uno un entramado diferente de sensaciones y aprendizajes que pasan por todo el cuerpo incluido el corazón al mismo tiempo.
Cuando acompaño y observo a los estudiantes en su tránsito por los diferentes territorios del Triptico, descubro cosas que nunca veo en las aulas. Veo emoción, alegría, curiosidad, ganas de explorar y conocer cosas nuevas. También veo un compartir cómplice que estimula el aprender constante y circular que propone este modelo.
Cada vez que llego al Tríptico me sorprendo porque hasta en espacios y dispositivos que ya vivencié vuelvo a descubrir algo nuevo, me emociono por algo que dijo el coordinador del dispositivo, o se me presenta un recuerdo de una persona querida en medio del juego logrando que mi memoria emotiva se active para acariciarme el alma. Todo eso me hace mejor persona y profesional cada vez.
Jugarme en todos los espacios me integra en una persona creativa y crítica, me hace respirar profundo porque me hace protagonista, diseñadora, voladora, fabriquera, artista, constructora, inventora, tejedora, trepadora, ciudadana, jugadora… y también un ser humano real, porque hasta puedo dejar mis miedos archivados en una oficina pública para que no me detenga nada en la vida!.
¿Cuál es mi deseo cada año que viajo con tantxs estudiantes y profes…?
Que a partir de movilizar nuestra matriz lúdica en los distintos territorios del Tríptico jugando con todas las materialidades posibles, los educadores comencemos a ver a los niñxs a través de un vitró al que le da el sol y sus colores brillan y se proyectan viendo a la infancia con todo su cuerpo completo, íntegros, sabios, soñadores, imaginativos, protagonistas, curiosos, investigadores, plenos de ternura y poesía. Será la única posibilidad de que transformemos tanta violencia, que eduquemos en los valores que ellos construyen junto a nosotros, que les demos las herramientas que necesitan para transitar la difícil realidad en que vivimos y no se sobreadapten sino que la moldeen, la cambien, la reconstruyan, la enfrenten con pasión y coraje.
Este último viaje me detuve a observar cuantos niñxs de las calles de Rosario entran a diario como invitados porque están solos, porque no tienen hogar ni familia y si la tienen no está presente en sus vidas. Ellos deambulan por los dispositivos, hablan con los coordinadores, juegan repetidas veces en los distintos espacios, como diría Chiqui Gonzalez ^ensayando la vida^. Si, el Tríptico además es un espacio cultural de contención, alfabetizador lúdico y creativo, que le brinda a la infancia en situación de calle de Rosario, un lugar para soñar y no caer en las propuestas mortales que le ofrece violentamente la urbe a un niño/a al que no se le cumplen ninguno de sus derechos.
La difícil e incierta realidad por la que estamos pasando los 29 institutos de formación docente me hace repensar cada día el formato de la educación que les brindamos a nuestros futuros maestrxs. Cuando con las estudiantes volvemos del Tríptico confirmo lo bueno que es transformar con la cultura tanto conflicto en aprendizajes que nos subjetivan, y nos construyen resilientemente. Todxs vuelven movilizados, repreguntándose mucho de lo aprendido sobre la infancia y su educación… a lo que les respondo siempre que después de este viaje ^no son los mismos^ y que esa sensación de tener `los pies para arriba, la cabeza para abajo y el corazón en las manos^ es la que lxs va a guiar en la educación que la infancia nos reclama.
Creo que escribiría indefinidamente pero voy a cerrar esta bitácora con un deseo colectivo: que se tejan propuestas grupales inspiradas en el Tríptico pero que estén atravesadas por las realidades de nuestra ciudad de Buenos Aires, hermosas y no tanto, pero siempre jugadas y repensadas desde lo lúdico y lo poético para toda nuestra infancia.